jueves, 18 de octubre de 2012

Foto-Relato #3




Todos los días, cuando el sol inicia su caída, lo vemos aparecer a lo lejos, con su caminar pausado y apoyándose en su bastón, se acerca al viejo pantalán. Cuando llega y a modo de ritual, mira al horizonte como si esperara ver llegar algo… Ahí impasible, se quedaba unos minutos, pensativo, como si estuviera en otro lugar, en otro tiempo, para luego lentamente sentarse en un sucio bidón que está tumbado apoyado en la pared llena de cachivaches que ha ido acumulando con el paso de los años. Boyas de diferentes tamaños y colores, flotadores, nasas oxidadas por el tiempo y el mar, arpones con hierros retorcidos, sogas amarres y nudos de todos los tamaños, maderos y mascarones con formas variadas, redes y bridas, anzuelos y todo tipo de tanzas y aparejos, alguna que otra caña de pescar y muchísimas caracolas, todo en un desastroso mural que en el fondo si lo observas bien, está en plena armonía.
Como sin pensarlo, y siempre con la mirada al frente donde el sol suavemente se desvanece, comienza a hablar con un carraspeo continuo para aclarar la garganta, su voz grave, llena de sonoridad seca y con su lento talante, empieza con el agradable discurso sobre el mar, el cielo y el sol y el triángulo amoroso que forman, para poco a poco ir derivando su historia junto a otros protagonistas indispensables, a veces es el viento, otras la niebla o la lluvia, pero siempre con un fin denominador su fiel barco o como él lo llama el viejo cascarón.
Y ahí sentando y con las manos apoyadas en su gastado bastón, sereno y con relajada tranquilidad, nos habla, nos cuenta sus historias, como la de aquel día cuando su viejo cascarón estaba en alta mar… y vio acercarse a la criatura más hermosa que jamás ningún hombre haya visto, su gran amor… ese al que aún sigue buscando cada tarde cuando el sol empieza a esconderse.
MAICA LUIS

jueves, 27 de septiembre de 2012

Foto-Relato #2


Es verano y el calor es sofocante, mucho más de lo normal… ni un alma en las calles… solo se ve un perro que vaga y un borracho que no sabe ni donde está.

- Son las 11,45am en el reloj de la iglesia… suenan las campanas avisando que el medio día está cerca. Camino y busco algún bar abierto… no veo nada ni a nadie sin embargo me siento observado… siento ojos que miran, que se clavan en mí a cada paso. El sudor recorre mi espalda… sigo andando y como si de un pueblo fantasma se tratara no consigo encontrar a nadie… intento volver a la plaza; camino por callejuelas y todas me parecen nuevas… no consigo reconocer ninguna y el camino se convierte en un laberinto, y cuando por fin llego mi cuerpo no puede más…me desplomo y al caer… solo logro ver a lo lejos a un perro callejero y escuchar las campanas avisando que es medio día.-

Es verano y el calor es sofocante, mucho más de lo normal… ni un alma en las calles… solo se ve un perro que vaga y un borracho tirado en la plaza que no sabe ni donde está.
MAICA LUIS

jueves, 13 de septiembre de 2012

Foto-Relato #1



Guardados en la buhardilla, debajo de la mesa de coser y junto al baúl de la abuela aparecieron enrollados…. dibujos, bocetos, planos... El misterio estaba ahí, escondido esperando a que la curiosidad de la pequeña Carlota diera con él. Poco tardó en abrirlos y extenderlos sobre el suelo de madera lleno de polvo y suciedad.
No entendía, no sabía que interpretar… pero estaba entusiasmada, enredada en los papeles, cartones y cartulinas, a cada cual más llamativo, enigmático y repleto de misteriosas figuras.
Algunas bellas, mágicas y con un dulce halo de tristeza, otras extrañas, oscuras y con siniestras miradas. Había ogros, engendros y bestias horripilantes junto a las más hermosas ninfas, hadas y hechiceras… Había muchas y se dispuso a jugar con ellas creándoles nombres y personalidades… clasificándolas por géneros y tipos.

Sin duda, su favorita era la más increíble criatura que jamás había visto. Esbelta, redonda y muy delicada. Su belleza enigmática y serena la fascinó. Portaba un cetro con una Luna brillante y en su manto se derraman estrellas de todos los tamaños y colores. Su mirada era firme pero cargada de ternura y respeto. Ella era la suprema, la mayor de las reinas, hadas, sacerdotisas y hechiceras. La llamó Fendeleg.

De repente se escuchó un ruido desde la escalera. Saltó como un resorte y se dispuso a recoger todo, guardándolo donde mismo lo encontró. Papeles, cartones y cartulinas enrolladas que atesoraban un fantástico e imaginario mundo donde perderse de vez en cuando.
Cerró la puerta de la buhardilla y bajó de dos en dos los escalones, radiante por su fabuloso descubrimiento.
MAICA LUIS