jueves, 18 de octubre de 2012

Foto-Relato #3




Todos los días, cuando el sol inicia su caída, lo vemos aparecer a lo lejos, con su caminar pausado y apoyándose en su bastón, se acerca al viejo pantalán. Cuando llega y a modo de ritual, mira al horizonte como si esperara ver llegar algo… Ahí impasible, se quedaba unos minutos, pensativo, como si estuviera en otro lugar, en otro tiempo, para luego lentamente sentarse en un sucio bidón que está tumbado apoyado en la pared llena de cachivaches que ha ido acumulando con el paso de los años. Boyas de diferentes tamaños y colores, flotadores, nasas oxidadas por el tiempo y el mar, arpones con hierros retorcidos, sogas amarres y nudos de todos los tamaños, maderos y mascarones con formas variadas, redes y bridas, anzuelos y todo tipo de tanzas y aparejos, alguna que otra caña de pescar y muchísimas caracolas, todo en un desastroso mural que en el fondo si lo observas bien, está en plena armonía.
Como sin pensarlo, y siempre con la mirada al frente donde el sol suavemente se desvanece, comienza a hablar con un carraspeo continuo para aclarar la garganta, su voz grave, llena de sonoridad seca y con su lento talante, empieza con el agradable discurso sobre el mar, el cielo y el sol y el triángulo amoroso que forman, para poco a poco ir derivando su historia junto a otros protagonistas indispensables, a veces es el viento, otras la niebla o la lluvia, pero siempre con un fin denominador su fiel barco o como él lo llama el viejo cascarón.
Y ahí sentando y con las manos apoyadas en su gastado bastón, sereno y con relajada tranquilidad, nos habla, nos cuenta sus historias, como la de aquel día cuando su viejo cascarón estaba en alta mar… y vio acercarse a la criatura más hermosa que jamás ningún hombre haya visto, su gran amor… ese al que aún sigue buscando cada tarde cuando el sol empieza a esconderse.
MAICA LUIS

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